ADRIANA OMAHNA

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colligēre / Intervenciones de Adriana Omahna

por Claudia Hartfiel*

 

 colligēre (lat.: ‘recoger’ y ‘allegar’). Derivan de él, en español: recolectar, colector, colección, recolección, recoleto, colegir, colectivo, colectividad.
Joan Corominas, Breve diccionario etimológico de la lengua castellana
 

Adriana Omahna, en los inicios de su camino en el arte, experimentó las posibilidades estéticas de diversas técnicas y géneros. Su prolífera producción de pinturas, esculturas y grabados fue exhibida y valorada en muchas ciudades de todo el mundo. Hacia 2009, su proyecto fotográfico Nueve Lunas inauguró una nueva relación de la artista con la materia, el tiempo, el espacio y los espectadores que, de allí en más, inscribió su obra en los versátiles lineamientos productivos del arte contemporáneo. Las anteriores narrativas monotécnicas dejaron paso a la fertilidad de un dispositivo de creación artística -la intervención- concebido no como obra cerrada sino como proyecto que se inicia en el momento de la investigación, crece con el proceso productivo y madura en la instalación, momento en que la obra se abre y se proyecta, interpelando, involucrando, reuniendo.

El proceso por el que Adriana Omahna genera arte es ritual y método: el origen es la observación, conocer y sentir en y con lo que la rodea, ser una con la materia circundante que la impacta y llega a sus manos de ‘recolectora’, para volverla centro esencial de sus dispositivos estéticos.

En su ceremonial, la conservación da espíritu a la acción. Así como los anillos de los troncos de los árboles guardan en sí la memoria de su existencia, Omahna implemente técnicas singulares para registrar y conservar tanto el pasado como el presente colectivo. El arte, en sus manos, se vuelve una de las formas de mantener vivas las experiencias y materias en el tiempo. Algunas influyentes expresiones culturales -objetos, técnicas, manufacturas y construcciones-, cuyo significado quedó velado, y también únicas materias naturales, luego de ser colectadas tras un encuentro íntimo, son tranformadas e inscriptas por la artista en nuevos lenguajes, con una impronta que se profundiza en cada proyecto.

En este sentido se desarrolla el proyecto Anastazija bajo la Cruz del Sur, en la que tradicionales diseños europeos dibujados en amarillentos moldes para hilar al bolillo reviven como relieves y fotografías que registran la memoria de una labor y una existencia, la de su abuela eslovena, a la que la historia trasladó hasta el Sur del mundo. El mismo espíritu anima las distintas ediciones de la intervención Ojo de Dios, expresiones recientes de land art en las que se resignifica un diseño y un principio de construcción de los originarios huicholes. A partir de un recolecto ritual de producción en y con la Naturaleza, estas obras invitan a la reflexión sobre la incidencia de la acción humana en la preservación del sagrado ciclo de la vida.

Nueve Lunas, Ojo de Dios, Impresiones botánicas y sus libros de artista ubican la conservación de la Naturaleza como punto de partida y de llegada, como ofrenda que toma de la fuerza natural la materia y a la vez el mensaje para volver arte un compromiso personal que desea ser colectivo. Producir arte no dañino hacia la Naturaleza con sus propios materiales para que luego se reintegren a su origen es el principio que hilvana la obra de Adriana Omahna: su revalorización del concepto de ciclo desestima la existencia de la muerte. En la Naturaleza, toda su materia transita distintos estados, pervive en constante mutación y transformación. Allí, nada es ‘resto’ o ‘basura’; no hay ‘reciclaje’ posible: del mismo modo, toda materia producida por obra humana debe poder volverse nutriente facilitador de procesos que preserven la actividad natural.

Su obra artística es manual de instrucciones para habitar el planeta sin destruirlo, convirtiendo en ceremonia cada acto de interacción con nuestro único hogar y santuario. Así, para Adriana Omahna, el arte es un producto humano que puede dejar en la Naturaleza una huella que no es rotura, sino surco que se abre para dar cuidado a la vida que existe y favorecer su proliferación. Sus productos artísticos son artefactos simbólicos producidos por una decidida acción de fertilización cultural a partir de principios éticos y poéticos que se vuelven amables invitaciones a reflexionar sobre el lugar y función de cada ser en el tejido de la vida. Como coautores, recolectores y dadores, copartícipes en la gran tarea colectiva de heredar, conservar, intervenir para propiciar, facilitar y legar, quienes reciben su arte despiertan a la alegría que otorga la clara conciencia de ser hijos e hijas de la Tierra, viviendo en amoroso cuidado de que no se enriede ni se corte el hilo de la vida.

*Claudia Hartfiel es Especialista en Curaduría de Arte Contemporáneo.